martes, 14 de octubre de 2008

Los límites

Los límites: ¿Se enseñan? Por Ruth HARF

El tema de los límites es una del os ejes fundamentales que atraviesa la problemática no solo escolar, sino familiar y socia len general. Es por ello que nos encontramos con que este tema interesa a todos por igual, independientemente de la edad o del rol especifico que desempeñe. Si bien hay mucho escrito sobre el tema, es de nuestro interés el compartir una serie de reflexiones con el fin de aportar elementos para análisis crítico de una situación en la que todos, de una manera u otra, somos protagonistas.
Una de las preguntas que nos podemos hacer con respecto a este tema es si “poner límites” y “castigar” son sinónimos. Solemos escuchara adultos, docentes o no, diciendo “tuve que ponerle límites”, o frases parecidas. Es a partir de ello que nos empezamos a hacer una serie de preguntas:
Cuando se “ponen” límites, ¿qué se está haciendo: indicando lo que se puede hacer y lo que no, se está “sancionando” directamente las “malas” conductas?
¿Qué es lo que se debe enseñar cuando se “ponen” límites? ¿Únicamente lo que se debe hacer y lo que no, o también el por qué de esas prohibiciones?
¿Cuál es el verdadero sentido de los castigos? ¿Una “vergüenza” a un intento de enseñar algo, o directamente una manera de “garantizar” que no va a volver a hacer la conducta “incorrecta”?
Cuando se “amenaza”, ¿qué se está haciendo: se está cometiendo un acto indebido? ¿O puede llegar a tener el carácter de “preaviso” acerca de las consecuencias posibles de los actos?
¿Para enseñar conductas “adecuadas” sólo sirven los castigos o también los premios?
¿Se pueden resignificar términos como “amenaza”, “castigo”, “sanción”, “límites”, “premios”, “prohibido”, “permitido”? ¿O se deberían inventar nuevos términos para explicar algunos conceptos fundamentales en lo que se refiere al tema más general de la “disciplina”?
Y por último, pero no menos importante: ¿qué papel puede y debe jugar la enseñanza en este tema?
En primer lugar, nos permitiremos utilizar los términos que consideramos adecuados, pero explicitando al mismo tiempo cómo los definimos, es decir a qué conceptos aluden.
Comenzaremos por preguntarnos: ¿qué se castiga cuando un niño no “cumple” con el límite?. Esto nos lleva inmediatamente a preguntarnos: ¿qué es lo que entendemos por “límite”?
Podríamos decir que un límite es una frontera. Una frontera tiene como función separar dos zonas. En este caso, hablaremos de zona de lo prohibido y la zona de lo permitido.

Zona de lo permitido, sanción positiva, premios y recompensas
Zona de lo prohibido, Sanción negativa, castigos y penitencias
LIMITE O ZONA LIMITROFE



Explicación: descripción análisis, comprensión de la razón de su existencia: individual, grupal y social.
Cuando decimos a los niños, jóvenes adultos, les “marcamos” o les “ponemos” los límites, lo que queremos decir es que les estamos indicando dónde está la frontera, la línea cruzando la cual pasa de lo permitido a lo prohibido y viceversa.
Es interesante analizar que una gran mayoría de las veces la intencionalidad educativa se pone de manifiesto recién cuando el sujeto una vez que paso a la zona de lo prohibido. La palabra castigo debemos ubicarla dentro de la zona de lo prohibido.
Por su parte la palabra “sanción”, que generalmente solemos identificar erróneamente con la palabra “castigo” y por lo tanto con la zona prohibida, debemos ubicarlas en ambas zonas. Para ello debemos aceptar la existencia del término “sanción” en el sentido de “establecimiento” de algo o “ley” y luego diferenciar entre las sanciones positivas y las sanciones negativas. Recordemos por ejemplo que las leyes se sancionan. La sanción que corresponde a la zona de lo permitido, es decir, la sanción positiva, hace referencia a todo tipo de premios y recompensas que el sujeto tiene por permanecer dentro de esa zona, absteniéndose a cruzar la frontera, es decir, sin transgredir el límite.
Como ejemplo de sanción negativa encontramos todos los tipos de castigos y penitencias en que podamos pensar.
Por supuesto no esta demás aclarar que los términos “premio y castigo” no apuntan únicamente a los casos extremos de los que muchas veces da cuenta el imaginario o aún la crónica de policiales. Una sonrisa o palabra de estímulo se puede considerar un premio y recompensa; y una mirada “torcida” o el retiro de una actividad deseada pueden asumir el carácter de “castigo”. Es por ello que no nos parece necesario cambiar términos sino más bien explicitar su alcance, y remarcar que se le puede atribuir el caracter de “premio” o de 2castigo” a cualquier manifestación humana, que ello dependerá del significado que los protagonistas de la situación le otorguen. El objetivo que nos propondremos para todo individuo es que se mantenga dentro de la zona de lo permitido y que no entre dentro de la zona de lo prohibido.
La pregunta siguiente es, por lo tanto: ¿Qué es lo permitido y qué es lo prohibido? Esta es una pregunta que se refiere al “contenido” de las zonas. Ese contenido está determinado desde lo socio-histórico y cultural, desde las leyes y normas de convivencia. Por ejemplo, y tomando situaciones que son vividas cotidianamente, pintar las paredes puede estar prohibido en la casa de los padres y permitido en la casa de los abuelos.
¿Qué representa entonces el diseño anterior, si lo permitido y lo prohibido puede cambiar tanto de una situación socio-cultural a otra?: intentamos, mediante ese diseño explicar la estructura que caracteriza el tema de los límites. Es decir, se trata de un modelo, de una construcción abstracta; para entenderlo y para que nos sea de utilidad , debemos aceptar que en toda situación siempre existe “algo” del orden de lo permitido y “algo” del orden de lo prohibido.
El adulto educador es, en primera instancia, el que “sabe” o define, o determina o anticipa qué es lo prohibido y qué es lo permitido. Por lo tanto, será él quien sancionará positivamente (con sonrisas, bravos o sencillamente la ausencia de castigos, lo cual en sí mismo es una sanción positiva) a todo aquel que permanezca en la zona de lo permitido, y sancionará negativamente a todo aquel que entre dentro de la zona de lo prohibido.
El educador deberá señalar también cuáles son las sanciones que corresponden a cada zona. (A esto es lo que muchas veces denominamos “amenaza”). Algunas veces nos encontramos que algunos individuos están dispuestos a “pagar el precio” (sanción negativa) con tal de incursionar en la zona de lo prohibido.
El contenido de lo permitido y lo prohibido en la escuela debe estar establecido, fundamentalmente, a partir de dos aspectos: desde lo que socialmente se espera, se busca o se desea, y desde la seguridad del alumnado. Con este último aspecto hacemos referencia a que lo prohibido y permitido no debe referirse únicamente a prohibiciones que responden a pautas sociales, sino que también, especialmente con lo niños pequeños, hace referencia a permitir aquello que en cierta medida sea “seguro” para los chicos e impedir la realización de actividades que pueden poner en peligro esa seguridad (física o psíquica). Es interesante tomar en cuenta el concepto de “riesgo calculado”, es decir enseñar a los chicos los peligros que entrañan ciertas actitudes, acciones o actividades, en lugar de prohibirlas a veces arbitrariamente, con el argumento “yo sé lo que es más seguro para vos”.
En relación a este mismo aspecto, debemos señalar que en el sujeto existen “mecanismos de autorregulación”, los cuales, muchas veces, hacen que se detenga cuando está por iniciar una actividad que percibe peligros para él o los demás. Pero muchas veces, las diversas experiencias por las que el sujeto atraviesa hacen que tales mecanismos se vayan “perdiendo”. Esto lo vemos especialmente en las primeras actividades infantiles, donde el miedo de los adultos a que al chico “le pase algo”, lleva a que no les permitan “probar” absolutamente nada, con lo cual, lentamente los chicos se van acostumbrando a depositar por completo en el adulto las decisiones sobre lo “seguro” y lo “no seguro”. Esto está basado en una falta de confianza en la capacidad de los chicos de “calcular”, siquiera mínimamente, las consecuencias de sus actividades. Por lo cual le es necesario que la regulación sea puesta desde fuera. Esta depositación de los mecanismos de regulación en el adulto, en el “afuera”, es un factor que justamente provoca la perdida de dichos mecanismos.
Esto no significa que estemos a favor de un adulto “que se borre”, sino que tratemos de establecer un equilibrio adecuado entre la intervención directa y la disponibilidad y observación activa de las situaciones.
¿Cuál es el objetivo que tiene el adulto, el educador, toda vez que sanciona negativamente, es decir, cuando castiga?
El objetivo del uso del castigo es que el individuo vuelva a la zona de lo permitido. Casi irónicamente podríamos recordar, por ejemplo, para qué fueron creadas las cárceles. Se las creo con el fin de re-educar a aquellos que han pasado el límite hacia la zona de lo prohibido, de modo tal que puedan volver a la zona de lo permitido.
Pero un punto fundamental es el siguiente: ¿nos preocupamos por enseñar a nuestros alumnos qué es lo permitido y qué es lo prohibido? En términos generales, suele darse por sentado que los alumnos “mágicamente” conocen el contenido de ambas zonas, es decir, el contenido de lo permitido y lo prohibido.
Solemos saltearnos, entonces, la explicación del limite y castigamos al que pasa a la zona de lo prohibido, sin haber enseñado previamente lo que se puede y lo que no se puede. Es decir, que el educador, en muchas ocasiones, muestra o enseña el limite, pero usando el castigo como método.
Genéricamente hablando, el educador suele enseñar a posteriori de que alguien incursiono en la zona prohibida. En general, no nos detenemos a delimitar previamente todo lo que le sujeto puede hacer. Por lo contrario, solemos manejarnos dentro de la zona de lo prohibido, señalando todo lo que no puede, y no definimos todo lo que si puede. Por este motivo es que solemos asociar los límites con lo prohibido y nunca con lo permitido. Sin embargo, todo lo prohibido se define a partir de lo permitido y viceversa. Si no existiese lo prohibido no podríamos explicar lo permitido. Esto es altamente importante, no solo debemos entenderlos como pare antitéticos y complementarios sino que sencillamente, el no tener en cuenta ambos términos, no nos permites explicarlos.
Cuando le damos una alternativa a los niños, jóvenes o adultos, cuando saben que no deben hacer algo determinado y les proponemos entonces otras opciones, estas opciones tienen que ver con todas las conductas del campo de lo permitido que dispone. Ahora bien, el ofrecerles alternativas tiene que ser leído no desde el lugar de no frustrar al individuo, sino desde un lugar de una necesidad lógica: a todo lo prohibido le corresponde un permitido.
En el nivel inicial se uso mucho el discurso “decile al nene lo que sí puede hacer y no lo que no puede hacer”. Estamos de acuerdo con ello, siempre y cuando esto no responda meramente a un intento de complacer al niño, e incluso de no hablar de la existencia de algo no permitido, sino por la concepción de que los hechos de la realidad se pueden considerar divididos entre lo prohibido y lo permitido. No podemos educar únicamente desde lo permitido y tampoco podemos hacerlo únicamente desde lo prohibido. De lo contrario, el concepto de límite se desdibuja, no tendría sentido. Recordemos que se trata de una frontera y, por tanto, habla de la existencia de dos zonas.
Es fundamental que en toda ocasión la explicitación de los limites sea contextualizada, es decir, debemos poner el marco. Por ejemplo: acá en el jardín no se pueden decir malas palabras. Desde un lugar mas de adulto pensemos en el nudismo, hay ciertas playas en las cuales esta permitido y en otras no.
Sin embargo en toda sociedad hay valores, pautas, normas, reglas de convivencia que no pertenecen únicamente al contexto limitado de la escuela. Por lo tanto no hagamos de la escuela una burbuja; la escuela tiene que ser un semillero, es un lugar en el cual se ayuda, colabora o inicia en la comprensión de la necesidad individual, grupal y social de distinguir entre conductas permitidas y prohibidas.
Por ende, cuando le decimos a alguien “acá eso no se hace” deberíamos agregar a ello: “y seria bueno que eso no se hiciera en ninguna otra parte tampoco”. ¿Acaso no nos preguntamos muchas veces que relación tiene la escuela con la corrupción en nuestra sociedad? Por una parte, estamos convencidos de que uno de los objetivos fundamentales de la escuela es educar en los valores que permitan la construcción de una sociedad justa, no corrupta; pero por el otro lado muchas veces el mensaje que se transmite es que eso no puede hacerse únicamente en el ámbito escolar, parece que ese “no puede hacerse” corresponde solo al ámbito de la escuela. esta ubicación focalizada de lo que esta permitido y de lo que no esta, solo dentro del contexto escolar, sustentada muchas veces en un declamado respeto por las modalidades propias de cada grupo familiar, deberá ser analizada cuidadosamente en cada situación particular, a los fines de no perder de vista que, desde la escuela, no debemos renunciar a nuestro propósito de que las modalidades de comportamiento que consideramos socialmente válidas y éticamente pertinentes, se pueden transferir a las situaciones que tienen lugar fuera del contexto escolar.
Por eso decirle a un alumno “esto acá no se hace” y punto, no alcanza, sino que debemos de alguna manera enseñar que eso que acá no se puede, o eso que acá si se puede, nos gustaría que fuera trasladado afuera. De esta manera, lo que le estamos dando al alumno es un mensaje prospectivo, y damos nuestras intervenciones una perspectiva como ciudadanos responsables.